martes, 19 de noviembre de 2013

El evangelio según Antonio González Caballero

El drama La ciudad de los carrizos de Antonio González Caballero es una adaptación de la vida, obra, muerte y resurrección del dios encarnado llamado Jesucristo que a su vez es una adaptación del judaísmo a los tiempos del Imperio Romano.

En la obra citada, la de González Caballero, Jesucristo se llama Uno Caña. Y se adapta a un contexto de las culturas de la América prehispánica. Igual que la filosofía cristiana que en el fondo busca el amor al prójimo y una respuesta mas bien antibelicista, Uno Caña condena todo acto de guerra aunque sea por el beneficio propio, sea económico o glorioso. Pero también tiene tintes erasmistas y luteranos al reconocer que Dios vive dentro de los hombres y no fuera, en templos y catedrales. 

Es antibelicista pero no es una pieza cobarde La ciudad de los carrizos: hay una masacre en una plaza, en donde los hijos del pueblo, son acorralados, golpeados, humillados y desangrados: 1968 estaba todavía sangrando en Tlatelolco. La sangre como condena y a la vez como purificación. Igual a Jesús, Uno Caña ofrece su cuerpo y su sangre, su corazón en sacrificio para llevar su mensaje urbi et orbi. Su resurrección está anunciada, y en ese pensar podríamos indagar que Hernán Cortés no era la resurrección de Uno Caña, Quetzalcoatl, sino el anticristo. 

Pero dejemos la homilía prehispánica para otras ocasiones antes de que este escribano se levante de su lugar y empiece a predicar el sermón del Tepeyac, para ponernos todavía más híbridos o neobarrocos, según el cristal con que se mire.

Como drama histórico, para decirlo en palabras de Kurt Spang, la representación de La ciudad de los carrizos es un resurrección de personajes históricos, traídos quizá de un etapa de la edad divina (según Vico), de interpretación divina, pero de la que González C. adapta con toda la ideología propia, como habitante y testigo de los hechos de un priísmo represivo en su máximo fulgor. En ese sentido, juega con los preconocimientos de historia del espectador y los aplica a una familiaridad identificadora, de categoría de chocante, puesto que no pretende que el público se identifique con los personajes de la primera civilización, sino que introduce realidades, creencias religiosas y estereotipos del déspota en el poder en un contexto prehispánico.

No creo que sea un drama antihistórico puesto que los hechos que toma de inspiración alguna vez se juntaron en el tiempo y en el espacio y conformaron esto que hoy conocemos como México.



Un poco de humor para aligerar la misa de la lectura de la obra





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